Por: Cheché Dorta.-
Llevo unos días en que el azúcar muestra su peor cara y
afecta a las neuronas que dice mi médico de cabecera (…) que son las células
más mimosas y las que primero se ven afectadas por ese traumatismo que aún la
comunidad científica no ha sabido sanar. Y es lo que hay, colega, me dice un
joven que está en la flor de la vida y puede beberse un zumo de mango, un
cortado de condensada o una tarta de arándanos sin que su cerebro (…) lo acuse
en lo más mínimo. Es la edad, creo.
Pues en la silla de la terraza del bar dónde ya no se sabe
si pasa la vida o no pasa nada, veo llegar a un mozo bien plantado conduciendo
una moto – maquinón – que aparca con solvencia después de haber acelerado antes
de cerrar el contacto, sabedor que los gases son los gases. Un profesional como
el doctor Menguele, es un decir.
Y se apea y entra en el bar. Se conoce (…) que el calor le
afecta, porque pocos minutos después sale a la vía pública y escupe una porción
de materia no reciclable, un pollo descomunal
que tropieza en el pretil de la acera, se escurre lentamente y se para haciendo
ángulo con el asfalto oscuro. Toda esta ceremonia con ruido, pompa y
circunstancia. Ah, y el hombrito vestido como todos: pantalón pirata (como
todos), rapado al cero aunque se libró del servicio militar por diversos
traumatismos, entre ellos porque es mantenedor de si mismo para adelantarse a
una calvicie que ya está ahí y con el aire de suficiencia de los llamados hoy,
con razón, ninis; o sea: un güevón a
quién nadie emplearía, pero es lo que hay, colega.
Antes, es la madrugada, uno ya se “había gozado” el ritual
de los adictos al móvil. Y que vamos a relatar, porque consiste en que portan
este artilugio que no discrimina a nadie y que nadie sabe quién los paga, o sí,
y pegan (…) a teclear compulsivamente como si tuvieran línea directa con frau Merkel, con Iker o con don Mariano,
a proponer. Pero no: es un vicio de simplones.
Y, cuándo el alba sería, vi arrojar por el vidrio del coche
que me antecedía una caja de cigarros vacía y, tal vez, otra escupitina por
parte de sus dueños, o no, que iban camino del curro. Lo de toda la vida, antes
y ahora. O sea que con estos antecedentes ya ustedes comprenderán que mi ánimo
no estaba para escribir otra cosa. Item más: la acera de la terraza se llenó de
colillas un cuarto de hora después que la máquina barredora dejara la calle
como una patena.
Observé como el esputo joven íbase mimetizando con la luz de
la mañana, mientras del interior del bar sonaba la máquina tragaperras pilotada
con pericia por un morito, perdón, que sabe cuándo dispara monedas: es la
sabiduría árabe y las dos o tres teles dan las noticias y la parroquia
madrugadora se enfrasca en una discusión apasionada sobre el Barça o el Madrid.
Oigo decir que ¡ganamos!, mientras ya el escupitajo brillaba contundentemente
reflejando la luz del sol que ya salía. Y las colillas, mecidas por la brisa,
se parapetaban bajo la fila interminable de coches aparcados en batería. Uno de
ellos, por cierto, lo dejó su conductor arrancado – esta frío – y la música, el
pumba-pumba a todo volumen, mientras el dueño sorbía el tercer cortadito de la
jornada como si fuera mujer o similar. Basurilla canaria, porque peninsulares
pocos buenos han venido.
Tranco la prensa que ya la parroquia había desechado después
de haber visto las esquelas, los sorteos y el horóscopo y una de mis neuronas
que le hizo frente a la glucemia me llama la atención al leer que Carrillo, el
otrora innombrable, acaba de morir a los noventa y siete años en la cama,
tranquilo. Un comunista, oigo decir al escupidor jovenzuelo que nada sabe de
Carrillo, de lo dijeron.Es la edad y las malas compañías, novia inclusive.
Paracuellos, intuyo: un asesino, no hay derecho, dice un paisano que no es
amigo de la vecindad.
Y pienso que para cuellos el del Corredera, un paisano al que franco le dio garrote – una tradición
– en 1959 en el Salto del Negro en Las Palmas, todo cuadra. Y que en 1975, el
año en que dejaron morir al dictador, fusilaron a cinco presuntos delincuentes.
Y digo delincuentes que al lado de los que uno ve hoy eran angelitos
revoltosos. Porque hay que decirlo:
franco fue el peor asesino de la historia moderna. Y los tinerfeños colaboraron
al alzamiento, a que se produjera la guerra civil y a más de un millón de
muertos que no sabían contra quién ni el porqué disparaban a matar. Y la cruel
posguerra, fría y despiadada. Aún sigue su estatua en Santa Cruz y en Los
Cristianos (…) su calle sigue siendo su calle. Ni Macario el del Rosario de la
aurora ha podido quitar el monolito de Las Raíces que es un nombre perfecto.
Sale el escupidor caminando, así, como escarranchado y se
va, veloz, al curro, quemando gasolina como un rally apócrifo. No sabe de lo que hablamos ni falta que le hace. Es
la edad.
Y se murió Santiago Carrillo, un demonio antes de que se
pusieran de moda los niños rusos para que fueran o fuesen adoptados por
solventes, en lo económico, parejas presuntamente estériles, y llegasen a estas islas como turistas – los
rusos que antes eran los de Santa Cruz y ahora guapos y guapas, porque putas de
esa etnia hay a punta pala, perdón - a gastar lo robado, porque son los de
mayor poder adquisitivo, dice un directivo de los hosteleros.
Veo en el periódico la foto de Carrillo muerto y con gafas,
un detalle al que sólo le falta el cigarro, y gente que levanta el puño y canta
La Internacional sin saberse la letra ya obsoleta e inalcanzable. Y otra
neurona me avisa que el PSOE celebra su congreso o concilio el próximo fin de
semana y en el Puerto de la Cruz que perdieron con razón (…) y en el que se debatirá, es un decir, entre lo
mediocre y lo que no llega a ese bajísimo nivel. Y ya a estas horas, el pollo que escupió el malandro casi está
ya extinguido y se confunde con el piche que no sabe de colores. Ni de sabores.
Deja su huella, como el franquismo que regresó con el voto de una inmensa y
democrática mayoría.
Murió Carrillo y deja muchas cosas buenas, sobre todo su
sentido del humor y su lucidez. Y su generosidad para con la democracia.
Mientras, pasa una moza que acaba de beberse su leche y leche y afronta la
acera hablando por teléfono con el pibito, su hijo, que acaba de estrenar curso
lectivo y al que tiene controlado. Y miro, otra vez, al ataúd de don Santiago
que parece muerto de verdad, mientras se escucha lo de Paracuellos, que a lo mejor
será la sede de Eurovegas: una gigantesca superficie que descontrolará todo lo
que Carrillo soñó. Y que ocuparán sin derecho alguno a los que el franquismo
dejó huérfanos de cualquier atisbo de decencia, con un montón de miles de
puestos de trabajo y agachando la cabeza y escupiendo en la vía pública, hasta
que la privaticen.
El creyó en el ¡NO PASARÁN!, como yo. Pues pasaron y pasan a
pesar de lo que se ve y se siente, porque franco y sus descendientes (…) lo
dejó todo atado y bien atado. Y poco he hablado del que debería habar, pero
otras plumas más autorizadas ya lo hicieron. Creo que Carrillo fue importante
para lograr las cosas buenas de este país (inclusive Canarias, tan de derechas
sin saber por qué) y – ya se dijo – era simpático.
O sea que los políticos actuales no le llegan ni a la
colilla de su penúltimo cigarro.
Salud, camarada.
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