Por: Cheche Dorta.-
Reconozco que anduve buscando un titular más fino, pero no
hallé mejor definición para un análisis modesto de lo que ocurre en el país, en
Canarias toda, en este verano largo y
festivo, a pesar de todo. Porque fiestas sí que hay. Y más, al leer hoy mismito
(…) que la patronal hotelera, en un alarde de imaginación al que ya nos tiene
acostumbrados, resulta que para incentivar el turismo después del fuego y de
las sabias declaraciones de nuestro ministro, van a invitar a los parásitos de las casas
reales de la vieja y decrépita Europa – la de Merkel, Dragui, Barroso,
Almunia, Lagarde que se ha vuelto
andrógina, Samaras, y todas las infantas e infantitas, etc. – que hace tiempo
que lleva rindiéndose como güevones; de ahí mi querencia por las palabras con
sabor, aunque suenen mal a los oídos educados. Digo que invitan al príncipe y a
la princesa de Asturias (a la que hay que llamarla doña y que mira
desdeñosamente a la plebe desde que emparentó con el futuro rey; no sé…) y al
orejudo Charles de Inglaterra, una piedra de sal, que como es ecologista podrá
ensayar en esta tierra la increíble resistencia del pino canario y del rabo de
gato que a su majestad (…) le suena; o, por qué no, a los intocables reyes,
reinas y príncipes nórdicos – ahítos de vodka – que creen que con el bacalao y
el petróleo lo resuelven todo, aunque uno de los suyos se cargó el año pasado a
casi setenta jóvenes, uno a uno y ahora lo declararán loco, que lo es, pero no.
Y ya puestos, a los jeques tramposos y podridos, los que compran equipos de
fútbol y tienen de oro hasta la taza del water do evacuan los muy cabrones,
perdón.
Todo ello recomendado por el ex de la hostelería que “tenía
contactos”, dijo, con Adelson: un leprosillo que quería montar aquí una enorme
casa de putas, disculpen, y a la que se brindaron los alcaldes de Santa Cruz y
de La Laguna, como si nada. Un casino gigantesco que cambiaría las leyes y toda
la escasa decencia que nos queda. Menos mal (…) que Canarias es pequeña (Cañete
dixit) y no había mercado. Si el yanqui
acepta, hubieran cambiado todo y hasta se permitiría fumar que, por cierto,
como uno aún fuma, tiene que salir del bar como un delincuente a echarse sus
buchadas como un simplón (esta palabra también merece un artículo cuándo venga
el otoño, si es que llega) enganchados al vicio del tabaco que es malo, pero
mucho menos que lo que ha calcinado el fuego de La Gomera, por ejemplo. O la
Fórmula Uno, que no sabe de recortes y anuncia marcas de tabaco y de güisqui. Y que dirige, esta fórmula que
nada cura, un payasito que se parece al
americano lleno de barros y de pus. Creo. Ya se dijo y todo el mundo lo ha
visto. Y no pasa nada.
Imaginaos pues, que diría Zoria, a Camila en los sótanos de
Las Verónicas y a su amante bandido detrás, con la nariz regañada del olor a
orines británicos. O al de Montecarlo en el mercadillo (…) del agricultor
comprando, es un decir, áloe vera para su calvicie, o a Olav – sueco o noruego – que tiene barra
libre en un chiringuito de playa que nos lleva robando desde que le dieron la
licencia, o no. Y, además, como somos muy hospitalarios para los de piel blanca
(menos la virgen que es morena), estamos dispuestos a regalarle una suite de lujo a un ex de la KGB porque
los rusos, ay, ahora gastan mucho. A eso se le llama ge-ne-ro-si-dad, ¿vale?,
dice Marichal que ya se olvidó del castizo barrio de Santa Cruz. Sólo veo
solares. Y menos mal que aquí no hay pinocho, dice un inversor imaginativo y
que siempre estuvo preocupado por el monte y los jeeps safari y por el convenio de hostelería que en los años buenos
las gobernantes eran muy gobernosas y crueles y las camareras de piso se
sentían humilladas por las malolientes hindúes que pasaban revista a la sábana
o al sutil pliegue de la almohada, abusando de nuestra vecinas de las que pocos
se han ocupado, empezando por los que ahora y antes – adulones – invitan a la
realeza.
De manera que, resumiendo, las autoridades turísticas
(obviamos a Zoria que está por encima del bien y del mal) invitan y exigen que
las casas reales nos visiten y les hagamos la venia. Será una excelente
promoción. Lo que contradice al citado anteriormente que proclama que hay que
quedarse en casa, aunque siempre hubo clases, las hay y las habrá, por lo que
no estaría mal que los cortesanos vinieran aunque sea una vez al año a ver la
tierra quemada. Y no debemos olvidar que la canciller frau Merkel suele venir a La Gomera y le encanta el potaje de
berros, uno con gofio y repite. Y no cena sino un yogur, la pobre.
O sea que prolongamos aún más el papel de vasallos, porque
hace poco era Eurocanarias y ahora el anhelo (¡) que siente el pueblo para que
vengan los de sangre azul y nos promocione. Y eso es, pido mil disculpas, una
güevonada. Una adulonería. Una barra libre para los que nunca han trabajado.
Una desvergüenza. Y aún sigue el fuego…
¿Güevones…? puede ser. O será nuestra increíble y triste
historia.
Y nadie dimite.
Foto: Extraída de la web
No hay comentarios:
Publicar un comentario