miércoles, 7 de marzo de 2012

DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA


 Por: Cheché Dorta.-
Esta fecha se celebra hace años aunque la mujer ha trabajado desde el principio de los siglos y nunca le fue reconocido lo que era evidente. De hecho, era la costilla (…) de Adán y fueron expulsados del Paraíso porque comió ellacuando el se hallaba inapetente -  relajado de tanta fruta del bosque - del árbol del bien y del mal, un poema gracioso e indescifrable que se ha mantenido desde que los apóstoles analfabetos escribieron el código vial  y la constitución de los esclavos, tal vez la mejor operación de marketing jamás diseñada. Pa mi que por los de la Coca-Cola. Y está bastante bien que se reconozca a las mujeres su labor en pro de la propagación de la especie humana. Pero hay más, mucho más a favor de las mujeres. Antes del parto, en el parto y después del parto. Ahí comenzó el machismo con el consentimiento de las hembras. Hasta hoy, con los dichosos arándonos. 

Por ejemplo: 

“La mujer canaria que no sabe amar, tanto quiere a Pedro como quiere a Juan”, me apunta un tal Alexis para enredar folcloricamente, y uno le contesta que de eso nada, hay cosas y cosas, ¿me permite?, no. Pues le digo que la mujer del país ha trabajado siempre y bastante más que el hombre, pero oficialmente no, sin cotizar y hasta en su DNI – hace pocos años -  ponía de profesión sus labores. Por ejemplo: hasta los años ochenta del siglo pasado, una señora casada no podía salir del país, abrir una cuenta corriente, firmar un documento.…¡sin permiso de su esposo!, o parir un número insano (…) de hijos – los que dios les mandara -  que ella, la mujer, sacaba adelante dándoles de mamar o remendando sus ropitas que los curas de antes como los de ahora ponderaban que “lo importante es que esté limpio…”; o descalzos (tengo una foto de mi primera comunión muy ilustrativa, ya se ha dicho) los de la última fila, los pobres que han regresado : nunca tuvo buena prensa la lucha de clases y hoy veo a mozalbetes saludables – y calvos, todo hay que decirlo -  y que a lo peor el móvil hace daño a la oreja, tan laberíntica, como el microondas que tuvo su época y hoy es indispensable. De las antenas poco hay que hablar: nos hemos rendido como ante UNELCO, que inicia un nuevo tendido insultante y avasallador, alejado visualmente de la TF – Uno, o dos.  Y me estoy desviando del tema esencial, pero nunca está de más citar estos desencuentros. Creo. 

Seguimos: ya pocos recuerdan cuando hubo varias fábricas de conservas de pescado y cerraron dejando en la calle a un numeroso grupo de mujeres que trabajaban en ellas – no se sabe si cotizando, pa mi que no –  y salinas que fueron destruidas por invasores, olvidando que de ahí procede el salario o las centrales de la Telefónica, hoy prepotente y abusadora y que no tienen oficinas sino metálicas voces escondidas y que cerraron echando a la calle a sus empleados. O los empaquetados de tomates donde las mujeres procesaban esta fruta que lleva desde entonces amenazada y que – valga la redundancia – se vigilaban, como ahora, por un varón al que llamaban encargado, un bestia vasallo que salió indemne de sus abusos contra las mujeres. O que en las huertas propiedad de los hortelanos (…) las mujeres sacaban la zafra adelante mientras los niños, sus hijos – o no – veían el panorama encerrados en cajones de madera entre los surcos de la vida, que fue creemos, el momento en que alguien trajo la letra tan herética que dice que “esta noche no alumbra la farola del mar”, menos mal. O, además, comprobaron que esas mujeres hacían sus necesidades en el barranco (y sin agua ni papel higiénico, ni activias u otros laxantes), y se limpiaban con una piedrita como si nada, tranquilas, felices y contentas cantando. Las señoras hacían todo tipo de trabajos, aunque no podían viajar, ni abrir una cuenta corriente ni firmar compromisos sin permiso del hombre de la casa, que también trabajaba pero menos, ¡pláncheme la camisa que voy a un entierro!. O que el varón se montaba en la mula y la esposa agarrada al rabo (hay documentación al respecto). O que la virginidad fuera condición indispensable para que la comuna diera el visto bueno de la honradez y de la clase, aunque existiera el derecho de pernada que uno no está seguro de que haya sido exterminado. O que ser madre soltera era un crimen, un pecado nefando que condenaba a la mujer al exilio o a considerarse ¡tísica!, para tener plaza en las Casas Cunas que jamás serán investigadas, donde se vendieron infantes a tutiplén. O que muchas mujeres bien dotadas porque dios aprieta pero no ahoga, dicen, amamantaron a los gufiados retoños medio subnormales en las casas donde estaban “acomodadas” que es un sarcasmo cruel. Y que, a lo mejor, se vengaron inyectándole substancias que coadyuvaron (…) para ver lo que se puede ver en esas calles y hasta en mi atalaya que llamo avenida y que son los hijos que bebieron (…) de los pechos de las mujeres que glosamos, una venganza sabia e inclemente. O las artesanas que eran las que lavaban las tripas de los cochinos, criados en familia, para fabricar morcillas que ya se fueron abacoradas por los perros calientes. O las que descascaraban y majaban las almendras – una especie invasora, hay que joderse – en veladas nocturnas y esenciales, mientras los varones hablaban de mujeres que no eran las suyas o del agua que tampoco era ni es de su propiedad, o de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Como ahora. O dar la cara en la venta que fiaba la compra en la liberta dónde todo se apuntaba.  O el agua de los chorros, públicos y hoy clausurados, ejerciendo un equilibrio casi oriental. O que las mujeres siempre fueron excelentes costureras de ropa de hombre a las que le encantaba la cruz del patrón. O cocineras milagrosas que dieron de comer con fórmulas casi alquímicas a su larga descendencia (más de veinte potajes; hoy sólo queda el de berros porque el turismo lo ponderó positivamente). Como el frío o el calor. Y aquí, pienso, tendríamos que pararnos  a pensar  en lo citado antes que es, ni más ni menos, la escena del niño dentro del cajón y que sabe que jamás saldrá del cajón. Puede constatarse hoy día, hasta mandar un mensaje por el móvil que es el lujo de la  clase obrera. “Eres un demagogo”, me dice el responsable de imagen, “lo que acabas de decir no da votos”, ¿vale?, sí, tienes toda la razón, asesor. O que nuestras madres nos endulzaran el día con una taza de agua de yerbas muy sanas, que curaban casi todo, hasta la melancólica luz de la madrugada (esto quedó bastante bien), antes de que el menta poleo lo avasallara todo. O el te verde. O la sacarina que puede ser pareja de hecho con el caminar tan sano, aunque no es tan dulce. 

Lo dicho: las mujeres siempre han trabajado y esta tierra es matriarcal no sólo en el aspecto religioso. Que un día al año se recuerde su labor no está mal. Lo que no es bueno es que cobren menos y que tengan menos cuotas de poder – salvando a Santamaría, Sor Aya, que no aparenta su concentrado carácter – o que Elena Salgado, chiquitita también, haya fichado por ENDESA, vade retro,  o que mi prima, política ojo, se halle en Madagascar haciendo proselitismo malgache, entre una mondisa de monos que son criaturas del señor. A lo mejor se encuentra con un diablo de Tasmania y lo convierte. Son excepciones. 

Madre no hay más que una. Y, de momento, es mujer. 

Felicidades.

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