lunes, 9 de abril de 2012

USO SOMBRERO PARA NO QUITÁRMELO

Por: Cheche Dorta.-
Salvo ante una señora que lo merezca. Y lo calzo en invierno porque abriga y a ver si me compro uno blanco para el estío por lo del solajero,  aunque  gracias a dios mantengo cierta pelambrera entrecana que es un pelucón comparada con los alopécicos jovenzuelos deportistas. Así y todo, insisto, me gusta el sombrero para no quitármelo ante nada ni ante nadie (salvo lo dicho y ante la broca del dentista ladrón y defraudador).

Una vez al año, en las romerías puede verse a un canario coyuntural que porta sobre sus cascos desvanecidos un típico tocado (…), negro y con cinta y estampa de San Isidro que le cae mal por falta de costumbre. Que es como ponerse una corbata en una boda que la rompe para recaudar por lo de la luna de miel, un smoking en fin de año, cuando se bebe cava que, lógicamente, sienta mal al incauto hombrito que su señora le dejó unas horas libre. O las bermudas tan veraniegas, el piercing en el ombligo de una barriga que no está para irla enseñando por ahí o el cuatro por cuatro manejado por obesas pretenciosas, perdón.

No me explico por qué el sombrero dejó de usarse, ya que viendo fotos no muy antiguas o películas del cine de verdad – al igual que el cigarro – formaban parte indispensable de lo cotidiano. A lo mejor, o peor, es que no hay nada que rascar, aunque en el cuartel era de obligado cumplimiento, para la faena y para el paseo. Y con las cabecitas rapadas. Lógico.

Y lo que si se ve son un montón de boinas con propaganda, algunas al revés, normal, sobre los cerebros (…) de los que aprovechan las rebajas y están al loro. Y que no se quitan el tocado ni en un entierro, ni en un templo, ni ante una señora que no sea su señora, que es la que – seguramente – le ha sugerido esta prenda para que no coja frío o sol, por si acaso le da un aire y  qué solita me dejaste. Y el hombre pasea disciplinadamente ataviado de esa guisa con un sweter a juego que pone, en inglés, University equis o Carpe Diem, en latín. Aún no hemos llegado a la sutil vestimenta de la brutalidad extranjera que nos visita que consiste en la sandalia sobre el calcetín. Pero todo se andará.

Y es que cada cual tiene sus manías y yo uso sombrero porque me parece más venerable (…) que el peinado tipo San Antonio (el celestino que encuentra novio), que usan algunos magallotitos que poseen, de momento, un pelo joven podado inmisericorde como una cresta de un pollo que difícilmente llegará a gallo.

No sé si me explico.
Foto: blog: corte de manga sergiodelicado.com

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