jueves, 5 de enero de 2012

El Contralor General de la República

Veo pasar por la avenida a un paisano que normalmente se muestra risueño, a veces sin necesidad ninguna, pero que hoy se ha vestido con un babatel tricolor y  pa mí que medio republicano, por los colores, entre los que hay uno medio morado o lila PSOE, facción vaticanista. No sé. Además, le cruza el pecho una mochila más grande que chica que se intuye, contiene panfletos casi ilegales. 
Cheche Dorta.-
Se detiene y grita: ¡Soy el contralor general de la república!, mientras los caminantes le dejan paso, separándose porque la acera es ancha y mineral. En la avenida hay palmeras a punto de morir y un tramo que sólo tiene peregrinas y peregrinos; algún día pasearán de rodillas para cumplir una promesa y llegar al Calvario que en todos los pueblos existe uno. No se sabe qué es mejor o conveniente, o más económica. Tal vez la sinrazón ha vuelto a ganar. Se lava mejor el suelo lleno de colillas sin árboles que estorben y no hay plagas ni hojas caídas.

Pues nuestro hombrito sigue con su paseo, ya digo que ataviado como se ha dicho y, de vez en cuándo, reparte unas fotocopias que nadie recoge ni lee (un atavismo muy del país). Y en esto que llega un monovolumen de la poli, se para y lo interroga. ¿Tiene permiso?, no, ¿para qué? Y no se escucha el portavoz del brazo (…) de la ley, pero lo dejan que siga su caminar; es medio bobancón, dice un oficial, déjelo, me prometió que no se metería con el duque. Mantengan el operativo.

Y resulta que en el zurrón tenía unas estampas que, presuntamente, podían ser constitutivas de delito. Y las repartió desde el momento dado en que la fuerza pública (…) se fue a patrullar. En el suelo quedaron las cuentas del rey – del gran capitán, versión moderada y en rústica de Neruda – que pocos recogieron porque el miedito guarda viña, dicen los viejos de antes. Y podía escucharse a intervalos el grito de guerra: ¡soy el contralor general de la república!

Y pasa una pareja de mujeres casi  maduras, una con pantalón de piquillo que se cree que está en sus quince y la otra en chándal y que se regañan ante la vista del bobito y comentan entre ellas que no vale la pena, no ves que es gentuallo, ¿Qué le habrán dado de desayuno?  Vámonos, apúrate mujer, que no vale la pena pararse. ¿Tu no recuerdas cuándo venia el viejo del tambor….?, pues lo mismo; ya no hay vergüenza ni respeto. Pi, pi, pi, se oye el móvil y la mujer contesta a no se sabe quién. Risueña. Mientras la compañera (…) mira al insurrecto con mueca de cierto desprecio, como siempre, ¿no recuerdas al viejo del tambor?- insiste-,   no. Y siguen su paseo terapéutico, mientras le comenta la cibernauta que la llamada era de mi nuera que está en una gran superficie comprando y no sabe que regalarle a mi nietito, dice; pues yo le sugerí una playestesion para que se entretenga, replica la camarada que intenta bajar de peso, caminando; vana ilusión. Mi yerno sí que entiende de informática: tiene internet, ¿oíste?, sí.

Y en este instante y pa no cansarles, da la casualidad que viene un grupo familiar y muy tradicional (…) y tan católico que dice siempre gracias a Dios, isleños de las dos orillas,  y se encuentra con el bobanco que sigue con sus morisquetas y es cuándo el jefe de la manada que tiene dos móviles – uno en cada mano – se arrecha y le suelta a quién quiera escucharle, ¡éntrenle a coñazos, no jodas; no le pare bolas! ¡Esto parece Caracas en hora punta! ¡Ojalá volviera el general!...etc.

Y veo pasar en la avenida a la flora y a una parte de la fauna macaronésica. Caminan y caminan, fumando y hablando, es un decir, por sus celulares. Hay varoncitos con aretes y hembritas con tornillos en el ombligo que era la vida. Jovenzuelos con peinados tipo San Antonio (se libraron del cuartel) y muchas y muchos paseando sus perros, hoy mascotas, algunas con bozal, porque alguien dijo que son razas potencialmente peligrosas y que es quien lleva de la cadena a sus dueños, no al revés, mientras el insurrecto sigue gritando que él es el contralor general de la república y la gente se aparta dejándolo sólo con su indignación casi alegre. Total…. y la familia caribeña se apalanca frente a la máquina tragaperras (…) y coloca las monedas en la ranura porque ya sabe el cambio y que la esperanza es lo último que se pierde. Aunque si no sale premio masculla que esto es una mamadera de gallo. Es la multiculturalidad. Chávez es un fuerte cabrón. Y además es indio y tiene cáncer. Esta última bravata es aplaudida por los oyentes, muchos de ellos canarios retornados, ex musites, y defensores a ultranza de Pérez Jiménez (y de Franco) que los hizo emigrar para no morirse de hambre.

Y al desquiciado lo dejan solo. Cuando el sol trasponga, el frío se hará con él. Mientras, las mujeres se acercan al calor de sus hogares y a sus mantitas y a la tele que, por cierto, dice una encuesta que la cadena, nunca mejor dicho, preferida por el pueblo canario es la de Berlusconi, tan culta y apacible.

Mientras, nuestro rebelde con causa sigue con su slogan: ¡Soy el contralor general de la república!, repartiendo panfletos  puede leerse – el que sepa – el sueldo de la casa real y el salario mínimo, muy mínimo. Y como soy hombre de palabra, dice, no nombraré al duque, al yerno; se lo prometí a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, porque me permiten  poder seguir manifestándome hasta las siete, hora canaria, siempre que no nombre a la familia que debe dar ejemplo, la real como el Madrid o el casino de Santa Cruz, que no da ejemplo, a pesar de la cantidad de adulones que, pa mi, es el primer problema de mi tierra. Pero yo, puedo decir porque estamos en navidades, que soy el contralor general de la república. Y me voy porque son casi las siete. Que era la hora en que no hace muchos años se encendía la luz eléctrica y la muchachada tenía que regresar a casa, a rezar el rosario (como ahora en las grandes concentraciones fascistas de Madrid), a cenar ligerito y a acostarse temprano, cuándo no había frío. Ni radio, ni tele, ni móvil, ni nada. Ni agua caliente. Ni mujeres maltratadas (…), ni yogurt ni pequeñas pérdidas de orina (a mear al barranco, parias de la tierra), ni bífidos activos ni tarta de arándonos. Y sí que existía la familia tradicional dónde el hombre se montaba en el mulo y la mujer agarrada a la cola de la bestia, cargando a la cabeza un peso exagerado para su edad y que hoy le pasa factura porque “está de dolores llena”.

Y el bobito que a lo mejor se hace el bobo continúa su peregrinaje por la avenida proclamando que es el contralor general de la república. Es un romántico, en el fondo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario