miércoles, 11 de enero de 2012

YO ME CASÉ POR PODERES


Dice una señora que se para ante mí (en la avenida, por supuesto) y me habla haciendo un descanso en su ejercicio diario, voluntariamente, aunque camine sin ganas, porque se volvió friolera desde que retornó del trópico. Ya tengo dos nietitos, dice, uno de allá con la cédula y el deeneí,  y la hembrita es canaria como yo, doble nacionalidad. 
Y uno se queda sin nada que responder, bloqueado, mientras ella prosigue contando su aventura trasmarina contando un viaje brutal dónde conoció la tenaz fatiga del mareo – quince días en alta mar sobre un vapor medio italiano – y la aventura de decirle adiós a El Teide hasta más ver. Antes de la reclamación (…) y cuando el amor vino así de esa manera una no tiene la culpa, pero ella, por si acaso, le mandó por avión (…) una foto de grupo de muchachas en un día de fiesta, reseñada de puño y letra: “la de los zapatos puntiagudos soy yo”. El hombre recibió la carta escrita con buena caligrafía, la ojeó detenidamente y se dijo que le interesaba la moza. Por la que la reclamó: una figura legal obscena en los tiempos en que se decía como hoy que ¡lástima de país con lo rico que es! Y la isleña atracó en La Guaira descolorida como un gufe, pisó suelo americano y no cogió centro hasta pasada lo menos una semana. En la terminal (...) se le acercó un hombre más bien gordo y muy moreno – el trópico – que le dio la mano y le dijo que encantado y mucho gusto. Ahí en el terraplén tengo aparcado el carro y si usted no tiene inconveniente yo la llevo, señorita. No le pare bolas que al pasar el charco es normal que uno se sienta mariado, ya se le quitará, ¿oyó?; si, caballero, musitó la mujer.

Hasta caracas vio los ranchitos que siguen ahí y el alma se le atribuló. Y eso que llevaba el mismo calzado de la foto. Y aguantó la ruta porque después de lo que sufrió en el vapor ya nada podía ser más cruel, de momento. Y se apareció la capital con toda su violencia de siglos y con las torres del silencio, con sus carros y sus repartidores, muchos de ellos isleños ya aclimatados y con un acento caribeño que daba de cara. y la mujer sentada al lado del que ya era su esposo que seguía hablando de araucas vibradores y de ríos, de joropos y de estados, de lechosas y de pan de jamón, de negocios y de botiquines, de fuentes de soda, del bravo pueblo y otras mamaderas de gallo. Este carro, pues, me lo vendió un isleño,  le arreglé el crochet y me sirve para la empacadora, ¿lo ve?, sí, señor. Usted tranquila que este es un gran país y de gente alegre, muy alegre. La cosa es ganarse la arepa sin pararle bolas, esto es ¡américa! y lo demás son boberías, ¿me comprende?, siiiiiii….., caballero, sí, dijo la muchacha con un hilo de voz. Sí, lo que usted diga.  Arribaron por fin a una casa rodeada de trinitarias en flor y con un chinchorro de banda a banda y un loro de colores inverosímiles que blasfemaba quejándose de calor dentro de su jaula, y una manguera en el suelo derramando agua que nos sobra, chama, y en el traspatio, una hornacina con José Gregorio vestido de fiesta con su traje de médico rural y milagroso. María lionza tiene su lugar en el penhouse, allá dónde sólo llegan los que nunca se acostumbran al trópico, a ver si me comprende. Y sale una negrita que saluda con un castellano impecable diciendo que bienvenida señora de Pérez, está usted en su casa, para lo que guste mandar, tómese, ande, un jugo de lechosa que es lo mejor que hay para el que ha pasado el charco. Véngase, doña, que le enseño su alcoba con su mosquitero y todo, porque acá los sancudos son como aviones, pero la red los refrena a veces. Alguna culebra se acerca, sobre todo después de un palo de agua que acá es normal aunque haga calor, pero para ello, pues, tenemos las estampas que rechazan las sierpes y los jaguares. Contra los malandros no se conoce remedio, pero todo se andará.
NB: aquí cabría narrar la noche de bodas pero creo que es asunto menor, dado que la isleña fue muy buena alumna porque su esposo, el señor Pérez, aprendió, sólo eso, las técnicas amorosas del lado de más allá del mar de los sargazos antes que quitarse del escarranchamiento y usted ya me entiende, por lo que ese casar produjo lo menos tres parejas de criollitos también escarranchados. Y así hasta hoy, ¡lástima de país!  Mire, señora, acá tenemos de todo, frigorífico, lavadora, televisor, tocadiscos, ventiladores en la alcoba, exprimidor de frutita, secador de pelo de mujer, compresas para sus cosas, polos de yelo, cervecita fría, extracto de cacao en polvo que llamamos Toddy, chiclés americanos que se derriten en esa boquita, pues, ron y música llanera,… ¿qué hubo? Nada, caballero, nada, yo…, lo que usted quiera. Y así ocurrió. Ya se dijo que de aquel suceso se produjo una descendencia, José Gregorio, María Candelaria, Lorelain, Manuel de los Reyes, Johnny y Simón que, no es por nada, pero el último salió medio bobanco y diole por la política, afiliándose a COPEI. Un prócer de efecto retardado que llegó a diputado y sentose en la asamblea. A él le gusta eso, yooooo.
También podemos añadir que a  mi la política ni fu ni fa, como la murga, dice el hombre, refiriéndose a su hijo. Pero a él le gusta. No sé si me comprende. Y al candidato de Acción Democrática lo vamos a barrer en esta demarcación electoral. Cerramos una cuadra y que venga mundo, ¡hasta La Billo ´s la contratamos para amenizar el mitin! Y la isleña ya se amoldó, ya reparte votos en el Hogar Canario Venezolano. Desde que cantó una malagueña se hizo con la manija de la sociedad, pues.  Y diose sus viajes al interior con el club, visitando hasta más arriba de los llanos, al occidente, donde se tomaron un pasapalo en la ciudad de los increíbles crepúsculos. Y visitaron haciendas de isleños prósperos que sembraron cebolla, así, a punta dedo en esa tierra tan fértil que todo, todo, produce. ¡Es América, doñita!

Bueno, pa no cansarles, la señora se despidió amablemente, explicando que su retorno es por la inseguridad y que la tierra llama. Y dijo con mucho gusto, chao y gracias a Dios, hasta más ver.  Otro día, si Dios quiere, seguiremos hablando de allá, porque una tiene el corazón dividido, pero aquello ahorita está muy mal por la hampodata y el malandraje. ¡Lástima de país con lo rico que es!
Chao, caballero. 

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