domingo, 17 de junio de 2012

EL BIGOTE DE LA POLI Y LA CALLE DE LOS CRISTIANOS


Por Cheché Dorta.-
Soy consciente de que lo que tratamos en este momento dado es asunto menor por que la actualidad, cada día, muestra noticias de enorme envergadura. Pero hay que entretenerse – me conformo con eso – como si de fútbol se tratara. Porque cuánta más crisis más cobran los futbolistas (demagogia, por mi parte) y la gente entiende mucho de ese mundo, tal vez el único indiscutible hoy, incluso más que la religión o las innumerables y repetidas “fiestas dignas” que diría un mayordomo, que es un miembro de la comisión. Un altruista y patriota.

Bueno. Resulta que en Santa Cruz de Santiago Matamoros de Tenerife, van a refrenar al bigote, sí: ese adorno sin explicación lógica – salvo perversiones – que los seres supuestamente humanos llevan sobre el labio superior; casi todos varoncitos, aunque conocí mujeres hembras con un mostacho que pa qué y era cuándo se recitaba algo tan gracioso como “a la mujer bigotuda, de lejos se la saluda…” Y era verdad. Un par de ellas, casi ancianas, hasta fumaban en pipa, viendo pasar la tarde, sentadas en el chaplón de la portada. Cada tiempo tuvo sus contradicciones.

Pues en Los Cristianos, después de años de gobiernos democráticos y supuestamente alguno de izquierdas e incluso nacionalista (…) les dio por hacer una consulta popular, perdón, para cambiar el nombre de su calle más importante: General Franco, naturalmente. ¡Votaron menos de doscientos empadronados!, de una población de ochenta mil almas contritas – la mitad ninis o peninsulares que algo de relación tienen entre si – lo que supone un fracaso absoluto, por lo que uno, modestamente sugiere que lo dejen como estaba: General o Generalísimo Franco. Total…, pues ganó por un voto o dos la imaginativa idea de Los Playeros. Un diseño perfecto.

Y en La Capital (…) quieren que la poli, que no es tonta – ya se ha dicho varias veces – no lleve bigote, salvo que el agente tenga el labio partido. El argumento del ponente era que si Aznar se afeitó y Zoria a continuación, ¿qué pinta un funcionario con esos pelos..? Nada. Aunque un oficial intentó protestar alegando que Franco calzó bigote, a ver si me comprende, yoooooooo…., que fue cuando la jefa de seguridad ordenó que se cuadrase, que saludara militarmente y que la ordenanza prohíbe que el mostacho no sobrepasara las comisuras de los labios, ¿me entiende?, sí. Pues ahora se me pela usted al cero y le pongo el turno de noche en la periferia.

Lo dicho: los nombres de los espacios públicos siempre fueron polémicos y este referendo en Arona lo demuestra; también los pelos – tanto sobre la boca o bajo el sobaco – porque no hace mucho tiempo, o sí, se les llamaba despectivamente greñudos a los que se dejaban el pelo un poquito, solo un poco, más largo de lo reglamentario. Y el recobrar (que no cambiar) el nombre de una calle sigue hasta hoy discutido por los vasallos que no les molesta (normal) que un hotel se llame Las Madrigueras o que en mi zona un paseo tenga el apelativo de un isleño balear. Normal también.

Como que Santa Cruz sea una ciudad tolerante y liberal llena de gandules – no todos – de nacimiento que es la que mantiene todavía la estatua erigida por suscripción popular, perdón otra vez, en una zona supuestamente noble de la urbe acuciada por el hambre. “Siempre nos quedará el fútbol”, dice un chicharrero de corazón que jamás ha comido chicharros y que va a la calle La Noria, tan moderna y antigua a la vez, ignorando que ignora que una noria era un tormento para el burro que daba vueltas infinitas para sacar agua del subsuelo, aledaño a la concepción, que es la parroquia matriz do se guarda el pendón de la conquista. Y la bandera de la gesta que se recrea como gibraltareños vestidos de franceses cada vez que haya presupuesto.

Resumiendo: en Los Cristianos votan menos de doscientas almas y en Santa Cruz se prohíbe a la policía llevar bigote. En medio, la pareja – la única tal vez que se mantiene estable – de la Guardia Civil se ríe luciendo abundancia capilar y cantando “pero sigo siendo el rey…” viendo pasar el tiempo que les está dando - lo creen de verdad - algo de razón. No se les puede dejar solos, comentan mientras se atusan (…) sus bigotes de toda la vida y abrazan con un cariño que ya no es  esta época a sus fusiles que huelen a grasa sólida, muy sólida.

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