Por Cheché Dorta.-
Soy consciente de que lo que tratamos en este momento dado
es asunto menor por que la actualidad, cada día, muestra noticias de enorme
envergadura. Pero hay que entretenerse – me conformo con eso – como si de
fútbol se tratara. Porque cuánta más crisis más cobran los futbolistas
(demagogia, por mi parte) y la gente entiende mucho de ese mundo, tal vez el
único indiscutible hoy, incluso más que la religión o las innumerables y
repetidas “fiestas dignas” que diría un mayordomo, que es un miembro de la
comisión. Un altruista y patriota.
Bueno. Resulta que en Santa Cruz de Santiago Matamoros de
Tenerife, van a refrenar al bigote, sí: ese adorno sin explicación lógica –
salvo perversiones – que los seres supuestamente humanos llevan sobre el labio
superior; casi todos varoncitos, aunque conocí mujeres hembras con un mostacho
que pa qué y era cuándo se recitaba algo tan gracioso como “a la mujer
bigotuda, de lejos se la saluda…” Y era verdad. Un par de ellas, casi ancianas,
hasta fumaban en pipa, viendo pasar la tarde, sentadas en el chaplón de la
portada. Cada tiempo tuvo sus contradicciones.
Pues en Los Cristianos, después de años de gobiernos
democráticos y supuestamente alguno de izquierdas e incluso nacionalista (…)
les dio por hacer una consulta popular, perdón, para cambiar el nombre de su
calle más importante: General Franco, naturalmente. ¡Votaron menos de
doscientos empadronados!, de una población de ochenta mil almas contritas – la
mitad ninis o peninsulares que algo
de relación tienen entre si – lo que supone un fracaso absoluto, por lo que
uno, modestamente sugiere que lo dejen como estaba: General o Generalísimo
Franco. Total…, pues ganó por un voto o dos la imaginativa idea de Los
Playeros. Un diseño perfecto.
Y en La Capital (…) quieren que la poli, que no es tonta –
ya se ha dicho varias veces – no lleve bigote, salvo que el agente tenga el
labio partido. El argumento del ponente era que si Aznar se afeitó y Zoria a
continuación, ¿qué pinta un funcionario con esos pelos..? Nada. Aunque un
oficial intentó protestar alegando que Franco calzó bigote, a ver si me
comprende, yoooooooo…., que fue cuando la jefa de seguridad ordenó que se
cuadrase, que saludara militarmente y que la ordenanza prohíbe que el mostacho
no sobrepasara las comisuras de los labios, ¿me entiende?, sí. Pues ahora se me
pela usted al cero y le pongo el turno de noche en la periferia.
Lo dicho: los nombres de los espacios públicos siempre
fueron polémicos y este referendo en Arona lo demuestra; también los pelos –
tanto sobre la boca o bajo el sobaco – porque no hace mucho tiempo, o sí, se
les llamaba despectivamente greñudos a
los que se dejaban el pelo un poquito, solo un poco, más largo de lo
reglamentario. Y el recobrar (que no cambiar) el nombre de una calle sigue
hasta hoy discutido por los vasallos que no les molesta (normal) que un hotel
se llame Las Madrigueras o que en mi zona un paseo tenga el apelativo de un
isleño balear. Normal también.
Como que Santa Cruz sea una ciudad tolerante y liberal llena
de gandules – no todos – de nacimiento que es la que mantiene todavía la
estatua erigida por suscripción popular, perdón otra vez, en una zona
supuestamente noble de la urbe acuciada por el hambre. “Siempre nos quedará el
fútbol”, dice un chicharrero de corazón que jamás ha comido chicharros y que va
a la calle La Noria, tan moderna y antigua a la vez, ignorando que ignora que
una noria era un tormento para el burro que daba vueltas infinitas para sacar
agua del subsuelo, aledaño a la concepción, que es la parroquia matriz do se
guarda el pendón de la conquista. Y la bandera de la gesta que se recrea como
gibraltareños vestidos de franceses cada vez que haya presupuesto.
Resumiendo: en Los Cristianos votan menos de doscientas almas
y en Santa Cruz se prohíbe a la policía llevar bigote. En medio, la pareja – la
única tal vez que se mantiene estable – de la Guardia Civil se ríe luciendo
abundancia capilar y cantando “pero sigo siendo el rey…” viendo pasar el tiempo
que les está dando - lo creen de verdad - algo de razón. No se les puede dejar
solos, comentan mientras se atusan (…) sus bigotes de toda la vida y abrazan
con un cariño que ya no es esta época a
sus fusiles que huelen a grasa sólida, muy sólida.
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