martes, 5 de junio de 2012

EPITAFIOS


Por: Cheche Dorta.-
En esta etapa ominosa y llena de desvergüenzas, he creído conveniente soslayar lo que está ocurriendo y olvidarnos de BANKIA, de Rouco, de Dívar, de Gibraltar, de los políticos, de los falsos empresarios, de la realeza, de Eurovegas, de frau Angela y de don Mariano, de la triste constatación de lo que acontece y pasar, directamente, a un pequeño articulo que puede entretener y que es mi único propósito. Entre semana.

Debo decir que siempre me atrajo – cuando era joven -  el deambular por los cementerios y sus recovecos. Cuándo uno  tentaba al miedo y no pocas noches acudí al recinto donde se guardan los huesos – restos, decían – acompañado de uno de mi quinta que, después, pintó (y ganó) algún certamen de arte recobrando aquellos miedos. Albergábamos (…) la esperanza de que una señal se mostrara pero no fue posible. Allí, en el llamado camposanto, se escenificaba el silencio esencial, la brisa de los cipreses y el sutil aroma descompuesto del crisantemo, que en Japón (Toyota a proponer) es flor apreciada como el monte Fuji es casi sagrado y aquí El Teide se le explota de forma cutre. Es lo que tienen las artes marciales comparándolas con el baile de magos, perdón.

Y, muchos años después, recuerdo las lápidas y las cruces, las inscripciones, las fotos sonrientes de los difuntos y las yacentes estatuas de los panteones clasitas hasta después de muertos, para intentar una relación de frases (…) con el propósito de guardarlas escritas, por si las moscas que son bichos, se me olvida.

Y hay oraciones nada funerarias que merecen ser escrituradas, incluso ante notario.

Por ejemplo: “Si le digo le engaño”; “Adiós luz que te apagaste”; “Que solita me dejaste”; “Adiós te digo y no llores”; “Espérame en el cielo, corazón”; “No había luz al final del túnel; era mentira”; “El dolor en la caja del pecho no eran gases. Creo”; “Que bueno era”; “Cuándo la ordeñes me llamas”; “Antes de entrar dejen salir”; “¡Ay  mi niño!”; “Clamé al cielo y no me oyó”; “Ya descansó. Tu viuda, hijos, nueras y yernos que no te olvidan”; “Cuándo llegues allá, me llamas, por favor; tu esposa que siempre te quiso”;  “Lo peor es no poder fumar aquí dentro”; “Me enterraron con los zapatos puestos y el terno azul marino, ¡a quién se le ocurre!”; “Pórtense bien…”; “Se fue a la casa del padre…”; “Una bóveda solianita”; “Te lo dije: tanto café no es bueno…”; “Lo dejaste todo en regla…”; “Te fuiste sin despedirte…”; “Tu nuera que siempre te recuerda”; “R.I.P.”; “A buenas horas, traidor”; “Quién te ha visto y quién te ve”;  “Nadie como tu fregaba la loza…”; “Bien amañado que fuiste, mi amor”; etc.

Etcétera.

Si nos damos cuenta - y no tengo dudas al respecto (…) - podemos deducir que cada frase grabada por los marmolistas tiernitos de corazón son casi poemas o greguerías y que encierran en su sabia austeridad todo un compendio del tránsito hacia alguna parte de la que nadie ha regresado, por lo menos en su forma original. La gente continúa llevando flores caras que decoran los arcos de medio punto (antes) que ocultan lo que pudo haber sido y no fue, (incluso los descendientes que en vida mostraban un rostro adusto)

A mi me gusta el ensayo. Y pienso que, si dios quiere, debería abundar en el tema. Y a lo mejor se sugieren interesantes epitafios que uno desconoce, lo que enriquecerá esta relación que no debe ser definitiva. Todo lo contrario.

A pesar de todo, hay que reírse de vez en cuándo. 

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