miércoles, 29 de febrero de 2012

THE ARTIST

Por Cheche Dorta.-
No he visto esta película que acaba de ganar los Oscar en una ceremonia dónde los maromeros millonarios se pasean por la alfombra roja, tal vez lo único rojo que subsista – aparte de la curia vaticana, la sangre plebeya y la selección española de fútbol - , aunque albergo la esperanza (…) de que la nuestra TVC la emita dentro de diez años, como llevan haciendo con su programación habitual.

Y los “maromeros” se definió hace tiempo de tal guisa: “ Gente de circo humilde. Aparecían por las plazas de los pueblos y al aire libre ponían a bailar perros satos al son de un clarinete. A veces, traían a un medio árabe al que le rompían un canto con un marrón, colocado sobre la caja del pecho”…y se queda uno, después de releer,  con una cierta sensación de impunidad contra uno mismo, con que es imposible superar ese recuerdo malvado, con aquella crisis que aún no se sabe cómo y por qué sobrevivieron los citados maromeros.

Pues este fin de semana dónde El Mojón estaba vacío (era la víspera de la piñata…) se premió en California como mejor film ¡una película muda y en blanco y negro!, una síntesis perfecta que resume los tiempos ominosos que estamos viviendo. Muda y en tonos grises, en el año 2012 D.C.  Y los cardenales cada vez más rojos y más gordos, perdón por la irreverencia.

Además, una excelente actriz, Meryl Streep, ganó el premio interpretando a Margaret Thacher, La Dama de Hierro, la cual, tal vez fue la que comenzó haciendo el duetto con otro paisano, Ronald Reagan, que sentaron las bases sin base para la crisis mundial, ahora, porque antes era culpa del culpable. Hoy, doña Angela y don Nicolas rememoran la mediocridad que sólo sabe apretar las tuercas de los que no tienen más rosca. Mucha reunión, pero poco más.

Y, encima, ha llovido menos que nunca y ha hecho más frío del que recuerdan los desmemoriados. Tengo ganas de que llegue el verano, dice un paseante, y que cambie la hora para que las tardes sean más largas, ay, no sé, el frío me mata, sentencia una señora que camina con chándal y la botellita de agua en la mano.

The Artist, una película muda y en blanco y negro, como antes cuándo “ir al cine” era una ceremonia social, sexual y relajante; cuándo la adrenalina (…) surgía en el momento en que el americano – como ahora – mataba indios a tutiplén, historia nunca explicada, como la nuestra porque ambos, los indios y los guanches, eran salvajes y que había que cristianizar y engañarlos con abalorios ¿el móvil? Para que se convirtieran, se bautizaran cambiando de nombre y supieran lo que vale un peine, Lorenzo Olarte dixit, que sabe que su pelo es indomable, como él. Cuándo en el cine se descubría un mundo que no era el nuestro, descalzos y desnutridos, obligados a ver el NO-Do imparcial, y soportando con una paciencia que ya no existe, las interminables cortes de la película que aguantaba el proyectista que era, de verdad, el artesano que nos hacía creer en un milagro dónde el bueno siempre ganaba. Como ahora. Aunque el que manejaba la máquina milagrosa, era capaz de pintar los carteles con una caligrafía que tampoco era de este mundo. O los escarceos (…) de la oscuridad que no pocos casares conformaron en las filas del amor, mucho más eróticas que cualquier porno por duro que sea, no hay color, nunca mejor dicho.

The Artist hoy gana un montón de premios en la todavía meca (…) de la industria del cine occidental. Lógico.

Muda y en blanco y negro Y gris.

Picasso, denostado por el malandraje, dice que “el color debilita” y ahora tiene –de nuevo – la razón, sobre todo porque este film no necesita traducción ni subtítulos. Tal vez sea su mejor y mayor virtud, si es que existe el pecado.

Como lo que otro visionario, Charles Chaplin, osó rodar El Gran dictador o Tiempos Modernos, por ejemplo.

El mundo es un pañuelo. Un lienzo blanco sutilmente oscurecido por los mocos de los que no se han vacunado. ¡Pues vacúnese! 

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